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¿Jugaste Pokémon en Game Boy durante los 90? Esto le provocó a tu cerebro

Un estudio de Stanford demostró que ser el mejor, mejor que nadie más, modificó un área importante en el cerebro de sus jugadores.

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Desde que los videojuegos hicieron irrupción en el ámbito domiciliario con las primeras consolas caseras, la mayor preocupación de padres y madres siempre ha sido la misma: que la distracción que entregan los videojuegos solo sea diversión vacía, sin enseñar nada ni otorgar herramientas a cambio.

Por suerte, eso no puede estar más alejado de la realidad.

A lo largo de los años, la ciencia ha estado muy interesada en la simbiosis entre el juego y los jugadores, por lo que, si de pequeño dedicaste muchas horas a jugar Pokémon, tenemos noticias: tu cerebro se modificó.

Un estudio realizado en 2019 en la Universidad de Stanford demostró que aquellos adultos que atraparon Pokémon durante los noventa fueron capaces de modificar y potenciar una parte del cerebro que sirve para memorizar e identificar rostros y animales gracias al juego.

La metodología del estudio, liderado por el investigador Jesse Gomez -quien basó el estudio en su propia experiencia con el juego-, fue la siguiente: se reclutó a 11 adultos, con un promedio de edad de 29,5 años, que jugaron Pokémon en su infancia, y a 11 novatos que jamás jugaron o jugaron muy poco.

Mientras les mostraban imágenes de caras, animales, Pokémon y otros objetos, monitorearon la respuesta cerebral de ambas categorías de participantes a través de una resonancia magnética.

El experimento demostró que en aquellos que, si atraparon Pokémon, la respuesta cerebral frente a los personajes creados por Game Freak fue mucho más fuerte y, gracias a esto, se identificó una nueva región, ubicada en la misma zona del cerebro de todos los jugadores, especializada en poder reconocer a los monstruos de bolsillo.

Los resultados establecen que la ubicación de estas regiones cerebrales depende de cómo miramos los objetos, ya sea que usemos nuestra visión central o periférica, y el espacio que estos objetos ocupan en nuestro campo visual. Las consolas Game Boy (clásica y color) tenían unas pantallas muy pequeñas, en dos colores y sin retroiluminación, por lo que teníamos que concentrarnos en ver lo que pasaba, ya que "los Pokémon son pequeños y se ven con la visión central, mientras que otras escenas, como paisajes, se abarcan con la (visión) periférica", aclaró Gomez.

Así, el estudio avanza en la dirección de comprender más sobre cómo está interconectado el cerebro humano y por qué es capaz de almacenar información en la forma en que lo hace.

Y todo gracias a un niño que jugó Pokémon y, de grande, se dedicó a la ciencia.

Para aquellos padres y madres que se preocupan por el tiempo que sus hijos e hijas dedican a los videojuegos, otro de los resultados de este estudio destaca la neuroplasticidad, o sea, la habilidad del cerebro de adaptarse a los estímulos que recibe, y recalcan que los participantes "expertos" en Pokémon son ahora científicos o trabajan en grandes empresas como Google.

"No hay evidencia de efectos adversos" al jugar videojuegos, concluyó el investigador.

Si quieres saber más, puedes ver aquí el video donde presentan los resultados del estudio en inglés.

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