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[Reseña] Karate Kid: Leyendas | Pasado y presente en sólida armonía

Un emocionante relato central no logra ser opacado por el factor nostalgia.

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Es complejo moverse por una historia tan querida sin caer en un factor nostalgia que impida que el relato avance más allá de las conexiones con su pasado. Por eso funcionaba tan bien la reimaginación de Karate Kid que llegó en 2010, teniendo a Jackie Chan como un señor Han que resultaba perfecto como sucesor del sensei Miyagi de Pat Morita. No era el mismo personaje, pero emanaba un espíritu similar que guiaba al respeto y reverencia que debía tener como mentor de un joven alumno, cargando con sus propios demonios. Shifu y estudiante terminaban ayudándose uno a otro, formando un vínculo inquebrantable.

Ahora, a 15 años de aquella última aventura en la gran pantalla, la saga que comenzó en 1984 se expande con una suerte de universo cinematográfico que une mitologías que, en un momento, se creyó que corrían por caminos separados.

De ahí que no sea casual que su título sea Karate Kid: Leyendas (Karate Kid: Legends), presentándose como secuela de Karate Kid de 2010, que nos presentó a Chan como el señor Han, y en continuidad con los eventos de la serie Cobra Kai, que trajo de vuelta a Ralph Macchio como Daniel LaRusso.

Ambas leyendas, transformadas en shifu y sensei, deben formar a un nuevo Karate Kid, uno que aprenda una nueva forma de pelear fusionando sus dos estilos en uno solo, tomando la base de kung fu del estudiante y construyendo sobre ella con karate. Dos ramas, un árbol. Todo para ayudarlo a competir en un gigantesco torneo de artes marciales en Nueva York.

Sin embargo, eso solo es una pequeña parte de la historia, porque el centro emocional está en el nuevo Karate Kid: Li Fong, interpretado con maestría por Ben Wang.

El largometraje dirigido por Jonathan Entwistle, quien nos entregó las series I'm Not Okay with This y The End of the F***ing World, y escrito por Rob Lieber, quien posee experiencia en títulos familiares al haber firmado los guiones de Peter Rabbit y Alexander and the Terrible, Horrible, No Good Very Bad Day, jamás olvida que esta es la historia de Li, quien debe dejar su natal Pekín para formar una nueva vida en Nueva York junto a su madre (Ming-Na Wen).

La ciudad, un personaje más, es el escenario elegido para dejar atrás un pasado marcado por una tragedia familiar, comenzando desde cero y sin el kung fu que ha sido parte de la vida de Li desde siempre. Nuevas amistades y problemas lo llevan a retomar las artes marciales, buscando también hacer frente a sus propios traumas que le detienen más de lo que él mismo cree.

Teniendo como base siempre a un joven golpeado por la vida que ve en las artes marciales una solución a sus conflictos gracias a la ayuda de un mentor, es innovador presentar a un protagonista que ya es un prodigio del kung fu y cuyo viaje de aprendizaje, torneo incluido, está impulsado por razones más altruistas. Lo que buscaba dejar atrás puede ser la respuesta a las necesidades de terceros, traspasando sus enseñanzas no por violencia, sino para ayudar quienes le tendieron la mano cuando más lo necesitaba en su nuevo entorno.

Sumemos a ello traumas y el duelo por la tragedia, siendo un recorrido reparador tanto en lo emocional como espiritual en una ciudad que no olvida la multiculturalidad sobre la que se construyó. Li puede estar lejos de casa, pero hay elementos de su entorno que le permiten hacer la relocalización más amigable.

Cuando entran en escena las leyendas, Jackie Chan y Ralph Macchio como shifu y sensei de Li, nunca logran opacar a su estudiante. De hecho, el último tramo de la película, con los tres personajes trabajando en conjunto, no es tan potente como los emotivos eventos que tenían en primer foco a Li. Se suceden demasiadas cosas en poco tiempo y la edición también se ve modificada para dar cuenta de todos los sucesos, con un cambio de tono menos efusivo y más centrado en la acción.

Además, ciertas modificaciones a la historia previamente establecida para conectar los mundos del Han de Chan con el del Miyagi de Morita resultan forzosos y menos sólidos que el resto del relato, sacando más de una risa incómoda en el espectador.

Sin embargo, jamás pierde el espíritu de lo que hizo tan querida a la saga, respetando las artes marciales y a sus exponentes, además de homenajear al legado de Jackie Chan con un estudiante que abraza su estilo acrobático y cómico, en el que resulta esencial la improvisación con el entorno.

La base de las enseñanzas de Han y LaRusso está en la armonía de los estilos, permitiendo entregar algo nuevo y superior. Karate Kid: Leyendas resulta en un ejercicio similar, con un sólido balance entre el factor nostálgico y la mirada a futuro, donde pasado y presente conviven para dar nueva vida a una saga que puede seguir luchando a más de 40 años de su primer golpe.

Karate Kid: Leyendas se estrenó este jueves 8 de mayo en cines de Chile, tres semanas antes que en EE.UU.

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