[Reseña] The Last of Us | Temporada II - Episodio 5: No hay vuelta atrás
Segundo día en Seattle y la ira está grabada a fuego dentro de Ellie.
La tormenta está absolutamente desatada en The Last of Us, con el quinto episodio de la segunda temporada recordándonos a fuego que la violencia y la ira están grabadas intensamente dentro de Ellie. Si había una oportunidad de dar vuelta atrás en este viaje vengativo, esa posibilidad ya pasó.
Es el segundo día en Seattle y la adaptación del videojuego The Last of Us Part II no pierde el tiempo, con la serie encabezada por los creadores y productores ejecutivos Craig Mazin y Neil Druckmann avanzando rápidamente hacia las metas de nuestra joven protagonista, interpretada con maestría por Bella Ramsey, tras los devastadores sucesos que involucraron a su trascendental figura paterna, Joel (Pedro Pascal).
Teniendo a Dina (Isabela Merced) de su lado, que resulta en su único cable a tierra en este mundo caótico, las cosas han cambiado tras las revelaciones que tuvieron lugar en el cuarto episodio. Los riesgos se triplicaron y las inseguridades son mayores, llevando a que cada paso deba ser pensado mucho más tiempo. Ahí es donde notamos por qué las dos funcionan tan bien. Tienen el mismo objetivo, pero Dina es más racional y formativa, preparando cada posible camino con mapa en mano, mientras que Ellie es sumamente impulsiva y, para su pesar, inmadura. Se complementan bien y pueden decirse mucho con tan solo una mirada o una sonrisa.
Cuando esta dinámica se quiebra, Ellie es dominada por su pasajero oscuro que la guía a un único objetivo que se llama Abby (Kaitlyn Dever) y nada, ni nadie, podrá detenerla.
Bajo la dirección de Stephen Williams (Watchmen, Westworld) y nuevamente escrito por Mazin, este episodio es de pocas pausas y respiros, poniendo a Ellie y Dina en situaciones de riesgo constantes donde la ayuda vendrá de formas inesperadas. Cuando impera la calma, embarga la culpa por sentirse en paz, aunque sea un poco. Este mundo no perdona y los recuerdos golpean con fuerza, como si fueran experiencias presentes. Como una canción que regresa a nosotros solo para traernos recuerdos dolorosos.
Personajes regresan para explorar lo que solo fue tanteado, porque hay mucha historia que debe ser contada para explicar los desgarradores caminos que tomamos.
El relato también se da el tiempo para abordar la evolución de la infección fúngica parasitaria, algo que ya se estaba tanteando en varios momentos de esta segunda temporada. El Cordyceps puede transmitirse de formas que ni siquiera habíamos imaginado y los infectados se están convirtiendo más inteligentes, veloces y astutos.
Y ni siquiera son lo más peligroso en una ciudad que tiene a dos facciones fanáticas enfrentadas, el Frente de Liberación de Washington (WLF, por sus siglas en inglés) y los Serafitas, también apodados como Cicatrices por las heridas autoinflingidas en sus rostros.
Tres factores antagónicos que hacen sentir a nuestras protagonistas como moscas en una mortal telaraña de la cual no hay escapatoria. Vayan donde vayan, hay algo peor esperándolas y, la mayoría de las veces, son los humanos los peores monstruos.
De ahí que ver a Ellie cegándose completamente por el dolor y la tragedia resulta en un desgarrador recordatorio de lo fino que es el límite entre justicia y venganza, sin suavizar absolutamente nada. Podemos estar del lado de nuestra protagonista, pero los caminos a seguir por ella no necesariamente son los que podemos compartir.
Por ello, la luz vuelve a brillar cuando la historia nos traslada a un momento de calma y alegría cuando todo parecía desbordarse de rojo sangre, gráfica y visualmente. A veces, un buen despertar es el mejor recuerdo en un mundo donde todo se fue al carajo.
Este nuevo ciclo de The Last of Us tiene episodios de estreno cada domingo a las 9:00 PM ET/PT, o sea, a las 21:00 horas de Chile, en el streaming Max.