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[Reseña] Jurassic World Renace: La nostalgia no es suficiente

Hay algunos grandes momentos bajo la mirada de Gareth Edwards que recuperan el espíritu de la original, pero poco se logra narrativamente para justificar la continuidad de esta franquicia.

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No somos pocos los que creemos que la saga cinematográfica de Jurassic Park debió haber terminado con la revolucionaria película original de Steven Spielberg de 1993, ya que, con cada nueva entrega, se refuerza el sentimiento de que el clásico nunca será superado y que el largometraje que nació de la novela homónima de Michael Crichton jamás debió transformarse en una franquicia.

Por mucho que siempre sea bienvenido el poder ver a los dinosaurios en la gran pantalla, poco y nada se ha hecho narrativamente para justificar la continuidad de esta historia, pero el gigantesco éxito que ha tenido -y sigue teniendo- en la audiencia es motivo suficiente para demostrar que la vida de esta saga continuará abriéndose camino 

Jurassic World: Renace (Jurassic World: Rebirth) es la séptima película de la franquicia de Universal y Amblin, la cual llegó con la promesa de ser un nuevo comienzo con un renovado elenco encabezado por Scarlett Johansson, Jonathan Bailey y el dos veces ganador del Oscar Mahershala Ali, además de tener en la dirección a Gareth Edwards (Rogue One: A Star Wars Story, Godzilla, The Creator), un cineasta con vasta experiencia en efectos digitales, y contar con un guion de David Koepp, escritor de la película original de 1993 y su secuela bastante menor, Jurassic Park: The Lost World de 1997.

Pese a todos los elementos que tenía a su favor, Renace no logra cumplir con lo que prometía. Aunque Edwards y compañía logran dar a momentos con el ADN que hizo tan única a la película original, tropieza en la misma e innecesaria nostalgia de sus antecesoras que impide que la saga avance.

Todo tiene lugar cinco años después los eventos de Jurassic World: Dominion se nos presenta a Zora Bennett (Johansson), una experta en operaciones encubiertas. Su misión es dirigir un equipo que buscará extraer el ADN de las tres especies más gigantescas de dinosaurios que quedan con vida.

Es que la ecología del planeta se ha vuelto inhóspita para los dinosaurios, por lo que los que aún viven se encuentran en entornos ecuatoriales aislados con climas semejantes al de los lugares donde alguna vez prosperaron. Las tres criaturas más colosales de la tierra, el mar y el aire dentro de esa biosfera tropical poseen, en su ADN, la clave para un medicamento que aportará a la humanidad milagrosos beneficios para salvar vidas.

Se trata de un escenario con mucho potencial, permitiendo explorar aspectos como la pérdida de interés por estas criaturas prehistóricas, los cuestionables intereses de las grandes farmacéuticas por los dinosaurios y el debate ético sobre la bioingeniería y el trabajo experimental con ADN.

La historia, sin embargo, decide quedarse en terrenos conocidos y opta por llevar la narrativa con dos relatos paralelos que bien hubieran funcionado el uno sin el otro. Por un lado, tenemos la misión del equipo de mercenarios encabezado por Zora y, por el otro, está la historia de una familia distanciada que busca reconectar en una navegación que termina en naufragio. Al dividir el tiempo entre ambas travesías, el metraje se extiende más de la cuenta y la audiencia lo nota, además de dar cuenta de una inseguridad por saber qué tipo de historia es la que se quiere contar. Poco riesgo.

Más aún, la trama se sostiene demasiado en las casualidades y las salidas fáciles de un guion de Koepp al que le faltó una mayor pulida, especialmente en diálogos risibles y en el humor poco inspirado. Tampoco pasa desapercibida la necesidad de poner a una adorable criatura, Dolores, en el centro de atención para capturar la ternura del público, calcado a lo hecho por otras sagas.

Por mucho que el elenco tenga a Johansson y Ali, nadie entrega más del mínimo esfuerzo y hay algunos personajes tremendamente irritables. Esto impide conectar con los nuevos rostros, algo que es injustificable en una historia de sobrevivencia en un entorno amenazador.

Donde Jurassic World: Renace sí da en el clavo es en sus secuencias de acción y en sus especímenes prehistóricos, porque Edwards y compañía crecieron con la película original y entienden que lo importante está en volver a capturar la sensación de sorprenderse y maravillarse con estas colosales criaturas. Eso es algo que se había perdido en las antecesoras, donde todo corría de forma mecánica y nada realmente importaba.

Acá tenemos algunos de los diseños más impresionantes que ha dado la saga para los dinosaurios, donde volvemos a experimentar la sensación de enormidad y de peso de estos animales extintos y lo pequeño que somos en comparación. Ello se ve reflejado de forma excepcional en una escena centrada en el Dr. Henry Loomis de Bailey, donde la emoción de maravillarse con algo único realmente traspasa la pantalla. Ahí está el corazón de la saga y, lamentablemente, no se explora más en ello. Tampoco hay mayor profundización en los híbridos que se convierten en la amenaza central.

Respecto a las secuencias de acción, la nota es sobresaliente al entregar el espectáculo que se espera de este tipo de superproducciones, destacando la intensa escena del mosasaurio y la angustiante huida en balsa del T. Rex. Aunque sepamos de antemano qué personajes sobrevivirán, la sensación de peligro es real y creciente.

La recomendación es disminuir las expectativas y no esperar un verdadero renacimiento con Jurassic World: Renace, cumpliendo con el espectáculo esperado de una aventura que involucra dinosaurios, pero sin reinventar nada. La saga sigue atrapada en la nostalgia y eso ya no es suficiente.

Jurassic World: Renace se estrena este jueves 3 de julio en los cines.

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