
[Reseña] Kimetsu no Yaiba | Castillo Infinito: Caótico y emocional inicio del fin
Pese a falencias estructurales arrastradas desde el anime, es un espectáculo fascinante que debe ser visto en la gran pantalla.
Desde la primera escena, Demon Slayer: Kimetsu no Yaiba - Castillo Infinito no deja lugar a dudas. Esto es un espectáculo masivo que debía ser llevado a la gran pantalla, siendo una verdadera celebración del poderío de la animación japonesa cuando los animadores, sin agotadores ni infames calendarios de producción, pueden dejar el alma en cada toma.
Cada secuencia se ve asombrosa en la gran pantalla y justifica el convertir en tres películas la saga final de la adaptación del manga de Koyoharu Gotouge, pues esto es la definición perfecta de un evento cinematográfico. Con sus falencias y todo, nadie saldrá de la sala pensando en que el Castillo Infinito debió verse en la pantalla chica.
La espera terminó y el comienzo del fin está entre nosotros con la primera parte de la trilogía final de Demon Slayer: Kimetsu no Yaiba, que no pierde el tiempo en recapitular los eventos previos.
Una breve conversación entre el Pilar de la Roca Gyomei Himejima y su maestro Kagaya Ubuyashiki sirve como recordatorio de que la larga batalla entre cazadores y demonios está por entrar en un momento decisivo, para lo cual enormes sacrificios deben ser realizados.
Muzan Kibutsuji logró salvarse de una muerte segura al capturar a todos los cazadores de demonios y atraerlos a su fortaleza dimensional infinita, dando inicio a una batalla hasta el amanecer donde la humanidad deberá sacrificar todo con tal de eliminar, de una vez por todas, al demonio original y terminar con la eterna guerra.
La primera película de la trilogía está repleta de grandes momentos en los cuales la animación luce fantástica, con múltiples detalles que hacen que cada fotograma resplandezca en la gran pantalla, llevando a que nuestra recomendación sea verla en las salas IMAX. Es la mejor forma de disfrutar este espectáculo.
El propio Castillo Infinito que da nombre a esta primera película desafía cualquier lógica y se presenta como un protagonista más, poniendo a prueba los límites de la imaginación. Su constante transformación y surrealista estructura, pasando a llevar todos los principios fundamentales de la física, resultan en un elemento antagónico mayor que crece a escalas inimaginables.
Aunque recién nos encontramos en el primer tercio de la saga final, la película sí logra cerrar varios arcos narrativos y pone su foco en tres frentes de batalla específicos, en los cuales se respira una sensación de riesgo constante. Nadie está realmente a salvo y la muerte les sigue de cerca a todos, con una tensión permanente que envuelve al espectador. No importa si conocemos con anterioridad cómo avanzará la historia, la audiencia se compromete con los personajes y sufre, llora y celebra con ellos.
Ese es justamente el mayor valor que tiene Demon Slayer: Kimetsu no Yaiba, conquistando a espectadores de todas las edades con sus relatos de heroísmo y sacrificio con personajes que conectan con la audiencia. Imposible no seguir hasta la mismísima guarida de los demonios a alguien como Tanjiro, con su amabilidad y determinación que parecieran ser más poderosas que su propia habilidad con la espada. Son personajes con los que nos encariñamos y a los cuales acompañamos en su crecimiento, por lo que cada batalla, cada triunfo o derrota, se siente en uno como un compañero más.
También se trata de una historia que suele tomar desprevenido al espectador y lo golpea dramáticamente en el momento más inesperado, emocionando con personajes que parecían no tener salvación y sacando una lágrima al ver una primera muestra de orgullo hacia alguien que creía no merecerla. Y cuando la tragedia llega, el dolor traspasa la pantalla como la espada más filosa.
Los regresos musicales de Aimer con el tema de apertura "A World Where the Sun Never Rises" y LiSA con la canción de cierre "Shine in the Cruel Night", junto con las intensas melodías de Yuki Kajiura y Gō Shiina, le dan un mayor peso dramático al conjunto.
Pero por muy bella que sea la presentación, la película arrastra falencias estructurales que vienen desde el anime. Aunque hay tres batallas que se llevan el foco de la narración, la trama salta de una a otra sin respiros, metiendo entre ellas secuencias que solo sirven para mostrar en qué están los otros personajes -corriendo por la fortaleza infinita o enfrentando villanos de segunda categoría- y anticipar los frentes de lucha que se darán en las futuras entregas de la trilogía. Sí, algunos desvíos aportan enormemente, especialmente con lo que ocurre fuera del Castillo Infinito, pero sirve más para ver en qué están los demás personajes que en aportar a la narrativa de esta primera película.
Ahí también es donde, al igual que en las temporadas previas del anime, volvemos a caer en un caótico relato que vive interrumpiendo la acción, ya sea con la revelación de un aspecto clave del pasado o explorando la historia de un personaje, porque son importantes para los sucesos en desarrollo. Hay instantes realmente desgarradores que pillan al espectador por sorpresa, donde se empatiza con ciertos personajes en sus momentos finales, y otros momentos permiten dar cuenta de un cambio clave en la dirección de la batalla, pero nunca se da el tiempo suficiente para absorber toda la información recibida antes de pasar al siguiente relato que tiene lugar en este Castillo Infinito.
Pese a ello, esta primera película de la trilogía final resulta en un evento cinematográfico de altísimo nivel que justifica la presentación de sus dos horas y 35 minutos en la gran pantalla. Sin ser lo más sólido que haya entregado Demon Slayer: Kimetsu no Yaiba, cumple con el espectáculo visual y emocional prometido, dejando a los espectadores ansiosos por saber cómo seguirá esta batalla hasta el amanecer.
Demon Slayer: Kimetsu no Yaiba - Castillo Infinito se estrena este jueves 11 de septiembre en cines.